Y tu, ¿para quién trabajas?
- Cecilia Blume
- 7 nov 2024
- 2 Min. de lectura
A fines de los años noventa, saliendo de la universidad, tomé la decisión de trabajar para el Estado peruano. Me contaron que en el Ministerio de Energía de Minas, buscaban a un abogado adicional para la Dirección General de Electricidad. Fui al ministerio, llené mil papeles, di examen, y me entrevistaron el jefe de asesoría jurídica del ministerio, el director general de electricidad y finalmente, el viceministro de electricidad, ingeniero Jorge San Román, máxima autoridad del sector eléctrico.
El ingeniero San Román, un arequipeño simpático y risueño, a quien todos llamábamos “Inge” me preguntó por qué quería trabajar en el ministerio. Le dije la verdad: yo quería entrar al Estado y me habían pasado la voz de ese trabajo. Nunca había pensado trabajar en electricidad, pero ahí estaba. Me hizo un par de preguntas más sobre mi desempeño universitario y luego salió de la sala para volver minutos después con una pequeña bandera peruana, que me entregó diciéndome “para que nunca te olvides para quien trabajas”.
Esa claridad conceptual en los funcionarios públicos de antaño, se ha perdido. Saber que trabajas para el Estado, que ello no es otra cosa que un territorio con ciudadanos y gobierno. Trabajas para el ciudadano y estás a su servicio. Hoy muchos funcionarios públicos no saben para quién trabajan. En una pequeña encuesta que hice, me contestaban, “trabajo para el congreso”, “ trabajo para el vice”, “trabajo para el alcalde”, “trabajo para el ministerio”. Esa falta de claridad sobre a quién debes dedicar tus esfuerzos diarios es lo que hace que el Estado Peruano sirva mal a sus ciudadanos.
No entro en temas de corrupción, que, suceden en los sectores público y privado --aunque en el público más, porque los bienes "no son de nadie" y quien tenga poder puede disponer de mucho dinero y gastarlo en cosas inútiles, ya que el sector público no quiebra. Incluso a las empresas públicas ineficientes y quebradas les inyectamos dinero de nuestros impuestos. Gran ejemplo de ello es la refinería de Talara, elefante blanco que nos costará a generaciones de peruanos -sin beneficiarnos en nada- malgastando recursos que se podrían invertir en educación, salud, entre otros.
Cuando un funcionario público resuelve un expediente en un mes, preguntan quién le está pagando. Si un municipio hace rápido un trámite, nos pasamos la voz porque nadie lo cree pues todo en el Estado es complicado. Los permisos para las grandes obras de infraestructura demoran, literalmente, años, porque el sector público ve como un enemigo al privado, al cual le debe hacer la vida a cuadritos. No lo ve como socio para una obra que el país necesita.
Hace años planteamos con un grupo de funcionarios públicos, que todos los que trabajábamos en el Estado nos pusiéramos una chapa que dijera “soy un funcionario público. Estoy a tu servicio”. Desde el presidente hasta el empleado público del último rincón del país. Por supuesto no fue aprobado por las más altas autoridades. Hoy los servidores públicos no tienen claro que trabajan para servir a los ciudadanos y que deben ser eficientes, probos y que su deber es buscar soluciones para los problemas de los peruanos.
Un cambio de mentalidad así transformaría al país. ¡No se necesita mucho!
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